viernes, 30 de diciembre de 2011

La sonrisa del Novilunio

Entre el denso magma del centro de la Tierra yace él, impaciente, impenetrable, insospechable. Su perversidad es eterna y filosa como las nuevas rocas de los volcanes por donde se escapa, eyaculado por la fuerza de su propia ansiedad por ser cómplice de cada acto maléfico presente día a día, sin importar de que raza o especie.
Su perversidad es gloriosa, invisible, injuzgable; tan omnipotente, tan presente en cada rincón inexplorado y oscuro del mundo. Ni los veloces y deslumbrantes rayos de luz diurna son capaces de reprimirlo o penetrar su amplia y negra sonrisa.
Una maldad casi perfecta, con una única debilidad; una única forma de energía natural que lo consume desde adentro, partícula tras partícula llegando a cada extremo de su misteriosa y macabra esencia: La luz de la Luna.
Esta espesa sombra es incapaz de moverse bajo la presencia del brillo plateado y nocturno que la Luna vomita. Las razones de esto, son aún mas misteriosas que el espectro: Tal vez sea una hipnosis, una repulsión, un placer paralizante, una especie de extrema vergüenza, un absoluto respeto... Lo cierto es que le es imposible fluir y depositar el caos infernal bajo la presencia ese sol de Plata que se pasea por la infinidad del universo desnudo.
Su invulnerabilidad se manifiesta cuando sale a la superficie bañado en ardiente roca derretida; cuando atraviesa sin problemas la furiosa y melancólica violencia de los mares; cuando se desliza entre los hielos más helados de toda la faz de la tierra; cuando se zambulle sin complicación alguna en contra de la rosa de los vientos; pero todo bajo la oculta luz de la Luna nueva.
Y es así como endemoniada, la putrefacta sombra es escupida por las imponentes mareas de lava del inframundo hacia la superficie en días y noches de Luna nueva, para depositar sentimientos viles en todos los individuos y objetos posibles, los cuales actuan de forma malévola sin explicación científica o incluso coherente alguna.
La macabra sombra estuvo, está y estará presente en cada una de las acciones que perjudicaron, perjudican o perjudicarán a alguien a lo largo de toda la historia de los seres vivos.
Es culpable de todo tipo de crimen, ya sea asesinato o violación, hurto o contravención, corrupción o adulterio, secuestro o tortura... Se sumerge entre las neuronas humanas o la materia muerta y fría de las armas u objetos utilizados, tatuando su infame y triangular sonrisa en el cielo, siempre al lado de una Luna que no brilla.
Cada muerte sin raíces naturales tiene algo de su esencia; cada ataque feroz de la naturaleza, cada mordida violenta o picadura venenosa, cada zarpaso, cada intervención extremista que requiera defensa o supervivencia.
Este demonio es amo y señor de los vientos, de las tierras, las aguas y el fuego que se manifiestan en catastrofes o "accidentes": Vidas arruinadas por su energia y furia vista en tifones, huracanes y tornados. Su combustión se ejerce en incendios forestales o domesticos y en toda hoguera. Su oscura fuerza es la que despierta tsunamis, precipitaciones e inundaciones; terremotos, sismos y puñales de lava que destruyen todo a su paso.
Es la pestilente bacteria que le dio el nacer a las miles de enfermedades que amargan la existencia de millones que mueren o ven morir.
Las malas e inoportunas coincidencias de los incidentes de todos los días son cosecha suya en todo lo que nos rodea: Transportes aéreos, terrestres o marinos, fugas de gas, elementos electricos, objetos cortopunzantes, altas o bajas pendientes, grandes pesos que caen desde las alturas.
Él depositó en nosotros la mentira, la infidelidad, el espíritu vengativo, la insensibilidad, el dinero, la guerra, la crueldad. Él nos creo, hizo de nosotros un pequeño reflejo de si mismo y nos hizo complices y herramientas de un desquiciado plan, que acabara de forma apocalíptica la noche en que por fin deje de ocultarse del hermoso brillo de la Luna.