miércoles, 18 de julio de 2012

Siniestra bola de energía

Fue frío el día en el que, por fin, la siniestra bola de energía se dio cuenta de que no permanecía en constante movimiento gracias a una especie de retroalimentación, sino que su esencia vital era la mentira que lo rodeaba a toda hora.
Decidió entonces ocultarse bajo un manto de supuesta sordera y ceguedad, soportando así las falsas palabras. La siniestra bola de energía solo tenía en su núcleo una inmensa y pesada sensación de dolor; pero emanaba en cambio, dulces y fragantes luces sonrientes para que nada ni nadie sospeche (y así, no dejar de recibir esa incesante inyección de mentiras que mantenía su eterno brillo).
Oscuros y demoníacos eran los días en los que se le hacía imposible a la siniestra bola de energía poder iluminar todo aquello que lo rodeaba. La tristeza y el sufrimiento del núcleo eran tan poderosos que terminaban por opacar cada uno de los bellísimos rayos que le daban a la siniestra bola de energía un mínimo carácter de vida en aquel monótono y elegante movimiento.
Fascinante y deslumbrante era este sutil movimiento: Su velocidad, siempre tan violentamente dinámica, dependía enteramente de la fuerza del núcleo; y este mismo, a su vez, disminuía y aumentaba su intensidad con una agilidad de lo más demente.
Esto genera en el ambiente donde se mueve la siniestra bola de energía, una magnífica y deprimente alternación entre luz y sombra. Más luces y sombras bailan detrás de las personas que se cruzan frente a la luz y la sombra que emana la siniestra bola de energía. El espectáculo es por momentos alegre, por momentos de lo más horrible que se pueda contemplar en la faz de la tierra (y estos últimos se manifiestan más reiteradamente).