domingo, 15 de abril de 2012

Honesto

Según el diccionario, la mentira es una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.
Pero, es más que eso. Mucho más que eso.
Hay, generalmente, dos caminos: Uno es enfrentar la verdad, con todas sus respectivas consecuencias. Y el otro camino, como todo mal camino, es algo mas comprometido y dificultoso (considerando también que, obviar la verdad, sea mentir): Cuando uno elije mentir, de manera automática firma un pacto extraño consigo mismo, con la propia mentira. De aquí en mas, es crucial medir cada una de las palabras y gestualizaciones que serán dirigidas a la persona que sufrió tal mentira; si en el momento de mentir, la mentira fue realmente eficaz, ahora el pacto se intensifica y esa mentira debe perdurar en el tiempo dependiendo de la magnitud de la mentira o de las consecuencias que naturalmente se desencadenan una vez que la verdad da a luz.
Entonces, ahora las palabras y gestualizaciones que debieron usarse al momento de mentir a aquel o aquellos individuos, deberán aplicarse a la vida cotidiana si estamos dentro de un contexto que tenga contacto con aquel o aquellos individuos, ya sea de forma directa o indirecta. Hay que tener sumo cuidado y afinidad con cada una de las acciones o decisiones que se tomen.
Pero, sobretodo, hay que ser delicado cuando elijamos a las personas a las que se les confía la mentira. Ahora, tras lo dicho, cabe destacar que este es otro paso importantísimo en el proceso de la mentira, ya que si otra persona de confianza también tiene conocimiento de aquello, la mente del mentiroso siente menos presión, menos culpa, más calma; a la hora de continuar con dicho proceso, notara como todo se facilita.
También es opción reducir el conocimiento de la mentira simplemente a uno mismo, si este es falto de confianza ante otras personas, pero la mayoría de los mentirosos que elijen esta ruta terminan más de una noche sin dormir; o no son capaces de enfrentar su propia mentira, desviando la mirada o cambiando de tema con postura ansiosa y hasta a veces confesando. El legítimo mentiroso no debe nunca actuar así; el legítimo mentiroso debe mentir mirando directo a los ojos con frialdad, sonriente, sutil y lo más selectivo posible en cuanto a las expresiones físicas o verbales en relación al contexto. El legítimo mentiroso tiene la transparencia y apariencia de la mas pura honestidad, siendo esta su mejor arma.
Aplicando y experimentando profundamente estas acciones, nacerán en el mentiroso nuevas variables y riesgos mas benefactores que, con el tiempo, se deben usar de manera moderada. La mentira es una de las mas grandes, una de las mas peligrosas adicciones.
Pero, el punto de todo esto es el monstruoso poder que tiene la gente que miente bien, sobre aquella que miente mal: Un buen mentiroso conoce todos y cada uno de los pequeños errores que suele cometer la gente que no sabe mentir (que, generalmente, miente mucho mas de lo que debería, siendo este el error primordial).
El buen mentiroso no tarda en evaluar la situación o las palabras planteadas por el mal mentiroso. Recuerda situaciones y palabras previamente almacenadas en la memoria, capta gestos, tonos de voz, relaciona nombres y apellidos, destaca la mas insignificante contradicción, etcétera.
Así, rapidamente, una clara hipótesis deriva del arduo análisis y el buen mentiroso descubre la mentira.
De alguna u otra manera, da una o varias oportunidades al mal mentiroso de retractarse y confesar la verdad, pero la gran mayoría de las veces esos mediocres no ceden y con soberbia sonríen descaradamente, creyendo falsamente que triunfaron, mintiendo pura y exclusivamente a sus básicas mentes. De ahora en más, el siempre tan sabio y buen mentiroso, se deleita mintiendo una y otra vez al mal mentiroso que no tiene la mas mínima noción de análisis frente al buen mentiroso y vive bajo la sombra supuestamente gloriosa de aquella mala mentira que trajo mas mentiras terriblemente innecesarias y fáciles de resolver. El sagaz mentiroso tiene una especie de ventaja silenciosamente maquiavélica sobre el desdichado intento de mentiroso, además de un buen motivo para seguir riendo de la gente.