domingo, 29 de septiembre de 2013

Triángulo

¿Cómo volar sin tacto
tan descalzo entre el gris
de una arena humedecida por la lluvia
de una lengua barnizada por tus penas,
alcohol, leña y el turqueza
de las libélulas?

Arena, acto, tacto, contacto
y ciento cincuenta y nueve
millones de estrellas viejas
que dejan a su paso la ventana abierta
para que hablemos de nada
hasta que el sol esconda todos esos triángulos
todos esos miles de millones de triángulos.

Que dulces que saben cada uno de tus ángulos.
Cómo queman, cómo arden, como enervan
en el alma tus ciento ochenta grados,
tu vergüenza, tu pasado;
El olor a eso, el olor a cuello;
La vergüenza, la pereza;
la destreza de atraer con magnetismo
estas manos de mármol helado,
palabras eternas y lunares quemados.

Cómo extraño la vereda, el aliento
el recuerdo del veneno
en los poros de la piel.
El cienpies inquieto
adicto a la miel
que controla nuestros dedos,
nuestros rezos, nuestros peores momentos.

Ya no hay margen de error
ni derecho al perdón
en el trazo de los lados
con estas manos de mármol helado.
En este triángulo hermoso
que ya no es equilátero.

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