miércoles, 30 de octubre de 2013

Una simple ola de pánico dentro de una botella de vino

El naufrago herido se levanto con una mano mientras con la otra ejercía presión sobre el hombro en el cual se posaba la hemorragia más grande. Llegó a la orilla del verde mar que lo rodeaba, tomó la botella de vino a medio terminar y antes de colocar de nuevo el corcho y lanzar el recipiente a la inmensidad del océano puso dentro esta breve carta:

El más mínimo grano de sal que se posa sobre el aura roja de mi piel genera estragos. Que amplia, que enorme la laguna de desdichas estancada en lo más profundo del alma de este esqueleto híbrido de risas falsas y penas. Risas de cartón dorado, de cuerdas viejas que no fallan ante la más primitiva tormenta que arrasa con el consuelo dulce que descansa dentro de unos cocos de acero templado y espinas de amoniaco. Antídoto ante la fidelidad fallida; alterne de sal, de gas, de ases ocultos en lo más profundo del ser cubiertos de una ceguedad indescriptible. Soles que chocan y un fuego que crece, decrece y muere cual gigantes rojas que hacen el amor a billones de años luz de este vacío recipiente de plasma gélido que protege un sentimiento pegajoso que no vale la pena proteger ante tanta nebulosa pestilente. Como llama la atención el modo en que la gente se mueve con el lodo casi a la altura del ombligo, ¿será por la desnudez? ¿será por el fuerte carácter con el que algunos nacen y perecen entre la niebla?.
En esta mentira de poesía, te ruego santa María que me ofrendes un trozo de tu carne virgen para cubrirlo de granos de sal y secarlo frente a la lívido de las gigantes rojas que protegidas de silencio desde lejos ríen de nosotros los tristes mortales que invertimos más tiempo en depresión que en alegría. ¡Viva! ¡Viva la mentira que nos alimenta más que la verdad! ¡Viva el tronco de egoísmo que sostiene las hojas verdes de nuestro orgullo inquebrantable, a pesar del frío invierno y del engañoso otoño!
Que siniestro, que enorme el volcán de grasa que se interna por las noches en el lado izquierdo del pecho mientras intento dormir cubierto de escamas malolientes, rodeado del cariño de la orgía de los camaleones fluorescentes.
Que calmo es el océano cuando la selva grita y la arena tiembla bajo el misterio de un cielo que quema cuando sueño en esa nube de azufre que tiene dentro mis fantasías vivas y mis sueños muertos. Querido océano, ruego que logres descorchar esta mezcolanza de vino y vómito escrito, porque necesito tu infinita ayuda, tu deliciosa espuma y la bruma que nace del llanto y del espanto de tu herencia.
Deléitate con un trago y entremos en contacto aquí mismo, con esta nota y esta botella como nexo eterno de un amor/consuelo platónico. Cúrame, cúrame de esta herida de despechos en el lecho de tus manos verdes y algas pestilentes que son madre de los más deliciosos perfumes que hace rato están fuera del alcance de estas sucias fosas nasales. Seamos homogéneos: El océano, la lívido de las gigantes rojas y este esqueleto híbrido de risas falsas y penas. Infusión del óxido de las cadenas que manchan la arena donde estoy a punto de caer muerto si el gas y la sal no limpian mis heridas, si no detienen mis hemorragias bautizadas por la putrefacción del pasado que flota en este presente de puro naufragio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario